Por Ana María Acevedo
Hay quienes afirman, en un afán de teorizar sobre lo incomprobable, que el lenguaje, y por tanto la humanidad, surgieron al calor del fuego bajo el hipnótico chisporroteo de las brasas. Hay otros tantos quienes postulan que, el lenguaje, fue la consecuencia del desarrollo cerebral propiciado por el consumo de proteínas desnaturalizadas, es decir, del coincidente encuentro entre las flamas y los cárnicos. A decir verdad, nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó; lo que sí podemos corroborar con la propia experiencia, es que cocinar alrededor de la seguridad que ofrecen las llamas es la excusa perfecta para convivir e intimar.
Barbecue se trata del último proyecto de Matthew Salleh, un productor quien, a pesar de apenas comenzar su carrera, promete grandes obras. Su mente creativa logra confrontar el formato informativo de los documentales, con la belleza del arte narrativo en un delicioso y franco filme. Muestra cómo es que, alrededor del mundo, se vive la experiencia de entremezclar fuego, comida y comunidad.
Salleh busca ilustrar que casi en cualquier rincón del planeta puedes encontrar una tradición que te invita a meter tu nariz para husmear Barbecue o, como se traduce al español, asado. El asado, en el documental, es representado con una complejidad que supera los platillos o a las técnicas; expresa el fenómeno social de amistad y convivencia familiar que sucede alrededor de los alimentos cocidos a las brasas.
Disponible en Netflix para todos aquellos amantes de los datos curiosos y de las tradiciones locales. Disfruta de una excelente fotografía y una interesante etnografía que nos dan a probar kushiagues japonesas a las brasas de carbón artesanal; embutidos maridados con cerveza y camaradería australiana; caza de las tribus mongolas nómadas; cortes de la más alta calidad texana, así como delicias preparadas en hornos subterráneos.