Por redacción Claustronomía
Todo sobre el asado, con este título queda de más decir que hablamos de la Argentina. Mariano Cohn y Gastón Duprat (afamada dupla productora, mejor conocida por su trabajo en la cinta El Artista) entregaron en 2016 esta película que explora la identidad nacional argentina fraguada en las brasas de las parrillas. El filme, disponible en Netflix, por medio de entrevista a cocineros, médicos, carniceros y aficionados (muchas veces contradictorias entre sí) aborda el culto a la carne y ofrece un panorama macerado y sazonado. En la voz del comediante argentino El Negro Álvarez, Todo sobre el Asado, muestra de manera satírica los diferentes escenarios -desde su producción y venta, hasta su consumo y tradición- en los que la carne toma el rol protagónico.
Cohn, Duprat y Álvarez, han sido reconocidos por sus trabajos disruptivos en el cine y televisión argentinos, y Todo sobre el asado no es la excepción. Este “falso documental”, utiliza el formato de un documental para burlarse de temas y tendencias a las que se les ha dado demasiado peso. Por ejemplo, es común encontrar en reportajes y producciones gastronómicas un rezago a la hora de mostrar diferentes posturas, pues se limitan a chefs dictaminando lo que es la cocina y bajo qué reglas se debe apreciar esta, cayendo en lo elitista y pretencioso que puede llegar a ser la alta cocina.
Por eso es tan importante cómo la narración en off no se vuelve un dictador, sino más bien un guía que nos permite entender las diferentes voces de Argentina volviendo los relatos y vivencias personales en un puente entre nuestra realidad y la suya. Cada uno de los entrevistados tiene una visión diferente, lo que permite congeniar o discrepar con ellos, esto ayuda a generar curiosidad y debate en el espectador.
Este largometraje hace un gran trabajo al momento de jugar con la dualidad de la realidad de la carne; es posible encontrar secuencias que funcionan como paralelos, un equilibrio entre lo bello y lo grotesco. Una de las escenas que lleva a su máximo esplendor es la dicotomía entre las carnicerías y la degustación. La violencia del sacrificio donde los trabajadores relatan la insensibilidad y lo difícil que es su labor; en contraposición de lo sublime que es ser un sommelier de la carne, la oportunidad de saborear los más exquisitos cortes de carne que requiere de un sentido del gusto extraordinario, así como una sofisticación del paladar.
Todo este proceso comienza con lo primitivo del fuego y la carne, esta acción de devorar y compartir, de la muerte seguida de la vida. Hablamos del depredador, aquel que consume más de lo que necesita, incluso atentando contra su propio cuerpo y siendo incapaz de apelar por el de otro, por el animal que es consumido. El ganado, al ser sacrificado, se vuelve únicamente carne, deja su esencia del ser al punto donde la crueldad se justifica por el placer culinario. No nos gustaría que este discurso esté plagado de aires moralistas, apelar a eso sería reducir e invisibilizar las cualidades únicas del ser social. Pero es importante mencionar la dualidad de los procesos, lo bello y lo cruel como uno mismo.
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