Para nosotros los gastrónomos, los recetarios de cocina muchas veces resultan más que simples compilaciones de recetas de tal o cual tipo, región o país; un recetario alberga en sí mismo conocimientos muchas veces hechos a un lado por los lectores, pero que, al darles atención, pueden revelarnos sutilezas sobre quien los escribió, la sociedad en la que se insertaron y el momento en que fueron redactados (Vermot, 2019).

            Los primeros recetarios de cocina no fueron escritos con la intención de venderse o ser conocidos por las masas, al contrario, fueron escritos por cocineros y cocineras quienes simplemente buscaban preservar el conocimiento culinario que albergaban sus cocinas; eran de carácter totalmente privado. En ocasiones estos recetarios eran heredados, y así, llegaban a formar, gracias a las aportaciones de cada generación, un documento que no sólo albergaba recetas, sino que expresaba en sus páginas el avance del tiempo y la evolución culinaria que viene con este.

            A comienzos del siglo pasado es que comenzamos a ver en México una migración del recetario de cocina hacia el espacio público. Notoriamente, encontramos a Josefina Velázquez de León quien se convirtió en una figura pública importante siendo maestra, escritora, cocinera, investigadora, y protagonista en la popularización de la ‘gastronomía mexicana’, como concepto identitario del país (Durán, 2019). Similarmente, en Argentina Doña Petrona y su Libro de cocina se volvieron íconos de su cultura culinaria, llegando a tener hasta 103 ediciones (Montero, 2018). Es cuando los recetarios toman presencia pública que sus recetas rebasan las barreras de lo privado y, en ocasiones, logran definir culturas.